Explorar, descubrir, interpretar, expresar: CREAR
Y no necesariamente en ese orden.
Mi fotografía habla de elementos comunes y de la metamorfosis que el tiempo genera en ellos, convirtiéndolos en elementos únicos. De cómo captan mi atención y se convierten en protagonistas de las historias que me cuentan. Yo les voy a contar esas historias; historias reales, de objetos y lugares comunes, que jamás habían imaginado.
Cuando tengo posibilidad, me gusta rodearme de los objetos que quiero fotografiar. Los introduzco en mi día a día. Los coloco en mis lugares habituales. Los escucho y, después, les cuento que pretendo hacer con ellos. Un trabajo en equipo que da lugar a la discusión lógica previa al momento físico de la creación y en la que busco la simbiosis entre la realidad y los sueños. Entre lo vivido y lo imaginado.
Con los lugares me pasa algo curioso. Veo en ellos a las personas que tiempo atrás lo habitaron. Hablo con ellos. Me cuentan su día a día, sus historias de amor, sus discusiones, sus secretos. Me convierto en un habitante más. Paso a formar parte de su familia. Y es a partir de ese momento cuando se lo que quiero y como quiero contarlo. El momento previo al disparo es impredecible. No sé lo que va a durar. Pero si sé que va a merecer la pena. Es el momento más gratificante de todo el proceso creativo. Todos los sentidos aislados y orientados en una misma dirección. La conexión es total y el momento de disparar llega de manera casi imperceptible. Y me marcho con la foto en la cámara y con la imagen que saldrá de ella en mi cabeza. El resto es cuestión de tiempo.
También están las imágenes que aparecen como por arte de magia en mi mente. Antes de sacarlas de mi cabeza necesito saber por qué están ahí. Porque en ese justo momento. Que necesitan de mí. Tengo la necesidad de crear un argumento lógico que sustente su existencia.
Una imagen creada sin emoción, nunca conseguirá emocionar. Todas mis imágenes poseen un alto contenido emocional y fueron realizadas con las pulsaciones muy por encima del estado de reposo que se le presupone al oficio de crear arte a través de una cámara.
Una fotografía puede ser fruto de toda una vida de reflexión, de introspección, de estudio, de búsqueda… Y, sin esperarlo, un día la encuentras. O te encuentra. En cualquier caso, sabes que ese momento no es fortuito ni fruto de la casualidad. Sabes que siempre ha estado en ti y ha llegado el momento de que vea la luz. Has encontrado el momento preciso y el discurso que la justifica.
Pero una fotografía no acaba cuando el artista la da por terminada. Ahí solo acaba “su” imagen. En ese momento deja de pertenecerle para enfrentarse a un mar de turbulencias emocionales. Tantas como espectadores tenga. Y ahí llega la magia del arte… su efecto depende directamente del estado de ánimo de quien la observa. Su final es difuso. Su fin, concreto.
Observar, descubrir, entender, interiorizar: SENTIR